DIA 1 – JUEVES
SANTO – ABRIL 09
Narrado por: Juan Camilo Tobon A.
Un impecable automóvil color gris, Renault
Logan full equipo, con letreros por todos los lados anunciando su adaptación al
gas como combustible. Luego nos explicaría Manuel que lo había recibido treinta
días antes con cero kilómetros. Al iniciar el viaje tenía recorridos unos 4.800 kilómetros .
El mismo automóvil sería unos días después exhibido en el Expo Show del
Automóvil en el Centro Comercial Unicentro.
La verdad es que el carro llamaba la atención
por sus letreros y en todas partes los peatones y conductores que se cruzaban
con nosotros mostraban su curiosidad.
Tomamos la carrera 80 y al cruce con la calle
30A, ingresamos a la estación de servicio para tanquear con gas natural. Se
trataba de experimentar el comportamiento del automóvil con el gas y su
rendimiento. Después de llenar el tanque
con el equivalente en gas a unos veintidós mil pesos iniciamos la jornada. Eran
las 7:34 de la mañana. Continuamos por la carrera 80 y luego, por una pequeña
desatención de Manuel, tomamos la ruta de Guayabal en lugar de continuar por la
80 hacia la autopista, y por la vía de la Central Mayorista
ahí sí caímos a la autopista Sur.
Con un manejo pausado y con relativo poco
tráfico llegamos sin inconvenientes al Alto de Minas, lugar escogido por Manuel
para la primera parada. Allí desayunamos sentados en las típicas bancas de
tabla de madera. Chocolate con leche ó con agua, ó café con leche ó tinto ó aguapanela.
Cada uno hizo su elección que fue acompañada con deliciosas almojábanas y
pandequesos.
Luego la infaltable ida al baño para luego continuar el viaje.
Rodando siempre con tranquilidad, entre los consumos del mecatico que llevábamos, fuimos llegando aLa Pintada ,
Irra y Tres Puertas.
En este punto se acuerda ir primero a Manizales y después llegar a Pereira. Pasamos porLa
Manuela y un poco más adelante llegamos a la doble calzada
que en pleno ascenso nos condujo hasta Manizales.
Luego la infaltable ida al baño para luego continuar el viaje.
Rodando siempre con tranquilidad, entre los consumos del mecatico que llevábamos, fuimos llegando a
En este punto se acuerda ir primero a Manizales y después llegar a Pereira. Pasamos por
Sin bajarnos del vehículo hicimos un
recorrido a vuelo de pájaro por las calles centrales de la ciudad, observando
la catedral, la plaza de toros y algunos parques. Es una ciudad tranquila que
quizá no tiene el progreso tan acelerado que tiene Pereira. Juan Camilo y Manuel,
sobre la marcha, aprovechaban para tomar fotografías de los sitios de su
interés.
A la salida de la ciudad, nuevamente se recarga el vehículo con gas natural. Transitando aún por la doble calzada, cruzamos Chinchiná, Santa Rosa y Pereira.
Donde llamó la atención el cruce por el viaducto “César Gaviria Trujillo” al cual debieron instalarle en toda su extensión barandas metálicas que impiden que los desesperados se suiciden lanzándose al vacío.
El sistema de Megabús con sus gigantes buses verdes articulados también fue punto de atracción. En más de una ocasión Manuel debió corregir su carril, pues por la tendencia que tenemos los conductores de buscar siempre la vía más descongestionada, aparecía de un momento a otro transitando por el desocupado carril del sistema de transporte masivo, lo que sólo notábamos cuando en el pavimento aparecía el letrero “ CARRIL SOLO PARA MEGABUS”.
Dejamos Pereira y tomamos la ruta hacia
Armenia, siempre sobre la doble calzada. Carretera en muy buenas condiciones,
pero con exceso de peajes y con costos muy altos pues algunos tienen tarifa de
$ 9.400 para automóviles. Por este dinero puede uno recorrer unos 60 kilómetros en
carretera utilizando gasolina y unos 90 ó 100 usando gas natural. El clima
empezó a deteriorarse y aparecieron nubes grises en el firmamento.
Al llegar a la hoy destartalada Posada Alemana que fuera propiedad de Carlos Lheder tomamos la desviación hacia el municipio de Salento. Carretera veredal pavimentada, inicialmente unos cuatro kilómetros en descenso y luego unos5 kilómetros subiendo
para llegar al pueblito. Bastó sólo iniciar el recorrido por las primeras
calles urbanas para notar la gran cantidad de turistas que visitaban la
población. Vehículos parqueados en las calles, con placas de muchos municipios
de Colombia pero con mayoría de la ciudad de Cali; lotes cercados que prestan
el servicio de parqueo repletos desde unas cuatro cuadras antes de llegar al
parque principal.
El interés principal de Manuel era llegar al mirador, un sitio que conoció años atrás cuando viajábamos juntos en función de negocios y que recordaba con agrado porque desde la altura de dicho mirador se observaba el valle de Cocora con las palmas de cera, las montañas, el río que bajaba por el valle con su murmullo y toda esa visión en conjunto descansa el espíritu. Buscando la llegada al mirador tomamos una vía pavimentada pero rápidamente notamos que no era la ruta que nos llevaría al sitio deseado por lo que giramos 180 grados, aprovechando la entrada a una de las fincas de la zona y regresamos a las calles del pueblo.
Notamos también que la llegada al parque principal no era posible para automóviles porque dos cuadras antes tenían taponado el paso con unas vallas metálicas, tal vez, pensamos nosotros, por las procesiones y ceremonias dela Semana Santa , pero Tere, la
hermana de Beatriz, comentaba que cuando estuvo a fines del año anterior
tampoco los dejaron llegar al parque principal en el automóvil. Es posible que
hayan dejado las calles aledañas al parque y la vía turística principal
exclusiva para peatones.
Al llegar a la hoy destartalada Posada Alemana que fuera propiedad de Carlos Lheder tomamos la desviación hacia el municipio de Salento. Carretera veredal pavimentada, inicialmente unos cuatro kilómetros en descenso y luego unos
El interés principal de Manuel era llegar al mirador, un sitio que conoció años atrás cuando viajábamos juntos en función de negocios y que recordaba con agrado porque desde la altura de dicho mirador se observaba el valle de Cocora con las palmas de cera, las montañas, el río que bajaba por el valle con su murmullo y toda esa visión en conjunto descansa el espíritu. Buscando la llegada al mirador tomamos una vía pavimentada pero rápidamente notamos que no era la ruta que nos llevaría al sitio deseado por lo que giramos 180 grados, aprovechando la entrada a una de las fincas de la zona y regresamos a las calles del pueblo.
Notamos también que la llegada al parque principal no era posible para automóviles porque dos cuadras antes tenían taponado el paso con unas vallas metálicas, tal vez, pensamos nosotros, por las procesiones y ceremonias de
Preguntamos a un transeúnte sobre la
ubicación del mirador y rápida y amablemente nos indicó como llegábamos y qué
calle debíamos tomar para evitar el problema de las vías que estaban taponadas.
Efectivamente en pocos minutos llegamos al lugar buscado. Luego de una breve
espera, mientras dos vehículos salían de sus sitios de parqueo para
estacionarnos allí nosotros, descendimos del auto para ir en búsqueda de la
maravillosa vista. Las cosas no salieron como esperábamos. La lluvia empezó a
caer continua y pertinaz, acompañada de relámpagos y truenos, y una densa
neblina cubría la zona impidiendo ver el valle de Cocora. Nos quedaba el
consuelo de escuchar el murmullo del río.
Tampoco en eso tuvimos suerte. Supongo
yo que con el permiso de algún gamonal ó cacique del municipio ó del departamento
se asentaron en el sitio varios
vendedores ambulantes, seguramente con el argumento de que todos tenemos
derecho al trabajo. Un vendedor de medias botellas de miel de abejas que con frases
de cuentero paisa trataba de incentivar al público, otro vendedor de rosquitas
calientes y lo peor para nuestro objetivo, un minusválido en silla de ruedas
que tenía a su lado su colección de discos con música de flauta tipo nueva era.
Una verdadera paradoja. Esa música que escuchamos para descansar el espíritu,
la que ponía el vendedor a un volumen alto, aquí nos impedía escuchar el murmullo suave
del río, el verdadero descanso natural que buscábamos.
Un poco defraudados por los resultados, esperamos el primer chance que nos dió la lluvia, para salir del pueblo en búsqueda de algún restaurante para almorzar. Como buen glotón que es, Manuel ya le había echado el ojo desde la entrada al pueblo, a uno no muy congestionado. Sobre el lado derecho de la carretera veredal, a unos cinco kilómetros del pueblo encontró el sitio que buscaba.
Un poco defraudados por los resultados, esperamos el primer chance que nos dió la lluvia, para salir del pueblo en búsqueda de algún restaurante para almorzar. Como buen glotón que es, Manuel ya le había echado el ojo desde la entrada al pueblo, a uno no muy congestionado. Sobre el lado derecho de la carretera veredal, a unos cinco kilómetros del pueblo encontró el sitio que buscaba.
Esta vista fue luego reemplazada por la de las esterillas que haciendo la función de persianas se encontraban encima de los pasamanos y que hubo que bajar pues la lluvia fuerte con la compañía de truenos y relámpagos volvieron a aparecer. Cuando había empezado a lloviznar ya el agua ventiada nos había obligado a ubicarnos en otra mesa más resguardada.
Tomamos de nuevo el camino. Eran las tres de
la tarde y ahora la preocupación, que Manuel llamaría más bien el siguiente
paso, era encontrar alojamiento. Llegamos a la troncal, cogimos en dirección a
Armenia, pero antes resolvimos entrar primero a Circacia, población a unos
cinco kilómetros de Armenia y un kilómetro adentro de la troncal, pues nos
parecía que de pronto allí encontraríamos un hotelito bueno y económico.
Sólo faltaban dos cuadras para llegar al parque principal cuando apareció un joven campesino agitando alguna publicidad. Algo nos hizo pensar que ofrecía hospedajes y Manuel detuvo la marcha, bajó el vidrio eléctrico de su ventanilla y al instante el muchacho ofrece alojarnos en una finca hotel y “ustedes que son paisas negocean el precio” nos dijo. Se ofreció para indicarnos el sitio y subió a nuestro vehículo. Tendría unos 16 años y cubría su cabeza con una cachucha de tela liviana. En el trayecto algo le hizo pensar que su oferta fracasaría y empezó a ofrecernos alojamiento en otros sitios. Averiguamos en muchas partes, seis, siete, quizás ocho y nada.
En unas no había cupo, en otras no nos acomodamos con el precio, otras no estaban en servicio y otra era para doce personas y nosotros éramos sólo cuatro. A la que más nos aproximamos fue a unas cabañas aparentemente agradables pero que no conocimos pues no hubo acuerdo en el precio. El dueño pedía $ 90.000 por persona por cada noche, incluido el desayuno. Insistía que miráramos las habitaciones que estaban muy bonitas y recién pintadas pero mientras el precio no se acomodara a nuestro presupuesto lo demás sobraba. Entretanto el campesino aprovechó para llamar por teléfono al sitio de hospedaje que inicialmente ofreció en las calles de Circacia y le dijeron que no tenían disponible ninguna cabaña. Paso a paso y parada tras parada llegamos al Municipio de Montenegro, en cuya jurisdicción se encuentra el turístico Parque Nacional del Café.
Conscientes éramos de que mientras más cerca estuviéramos del Parque más costoso sería el hospedaje. El campesino, quien ya sudaba a chorros probablemente por ver el fracaso de su gestión, lo que obligó a Beatriz a pasarle un kleenex para que limpiara su cara, quemó uno de sus últimos cartuchos y dijo que en Montenegro podríamos encontrar un hotel bueno y de buen precio, sugerencia que no fue muy bien recibida por los paseantes. Por fin, el guía nos indicó una entrada a fincas hotel a más ó menos
Después de un breve intercambio de opiniones
resolvimos dirigirnos directamente a Calarcá, para tratar de encontrar
alojamiento allí. Todos lo municipios del Quindío están relativamente muy cerca
unos de otros y comunicados por vías pavimentadas en buen estado, por lo que en
diez minutos estábamos cruzando Armenia y cinco minutos después estábamos en
Calarcá. La primera opción que buscamos fue el Hotel La Villa , a una cuadra del
parque principal. A este hotel iba Juan Camilo cuando estuvo viajando a esa zona en asuntos de negocios y también
cuando viajó con Manuel. No había cupo. Curioso por saber a cómo estaba la
tarifa pregunté a la recepcionista:
-
No señor. Aquí no prestamos servicio por hora. Respondió la
recepcionista.
. Al aclararle cual había sido mi pregunta me
contestó que el precio era $ 39.000 la noche, por persona.
Pasamos a media cuadra del Hotel La Villa , donde la
recepcionista de éste nos indicó la ubicación de otro alojamiento.
Efectivamente encontramos el Armont, hotel que no conocíamos, establecido hace
tres años. Nuestro negociador Manuelito descendió del vehículo y salió rumbo a
recepción. A los pocos minutos, con cara alegre y silbando, nos invitó a bajar
las pertenencias porque ya había negociado nuestra estadía. Había habitaciones
en el primero y en el quinto piso, pero por no haber ascensor, escogimos en el
primer piso y pagamos la primera noche. El costo por persona es de $ 30.000 el día,
y se cuenta además con el servicio de parqueadero cubierto en sótano, sin cobro
adicional. Recibe todas las tarjetas débito y crédito, lo que no hace el Hotel La Villa.
Cada pareja se acomodó en una habitación y
quedamos en reposar una horita para salir a buscar la comida. Manuel fue a
ubicar el automóvil en el parqueadero pero antes de subir al vehículo hubo de
explicar otra vez a algunos turistas que también se hospedaban en el hotel, las
bondades del automóvil en que viajábamos, su características, precio, fecha de
lanzamiento, etc. Confirmábamos que el carro llamaba la atención.
Salimos en grupo a recorrer el pueblo; el
parque principal, amplio y agradable. Desentonan en él un par de casetas en
ladrillo ubicadas diagonalmente en dos de las esquinas del parque, construídas
para vender alimentos ó artesanías o algo similar. Una corta visita al templo
principal con visita al monumento. Este templo, y la opinión es unánime, es uno
de los más simples que hayamos conocido. Es prácticamente una bodega amplia y
no se destaca tampoco por su decoración ni por sus imágenes; raro siendo una
población de unos cien mil habitantes y de honda tradición católica. Tentamos
la suerte haciendo un boleto de chance con el 283, número de la placa del carro
y que además coincide en sus dos últimas cifras con el número preferido de
Juliana, el 1883. Tomamos la calle comercial principal, donde se encuentran la
mayoría de los negocios a lo largo de unas ocho cuadras; almacenes, droguerías,
bancos y restaurantes, y una romería de personas que desfilan a pie en plan de
descanso y de mirar gente.
Comimos en un restaurante paisa con sillas de
madera pero que pesaban como si fueran de plomo. Llamó la atención de Manuel el
bajísimo precio del pollo asado, algo más de $10.000. Desde la mesa mirábamos
el pasar interminable de los peatones por la calle principal. Al terminar,
Manuel hizo empacar los sobrantes para regalarlos a un mendigo que veíamos
cerca de la entrada al establecimiento. Cuando le entregó el paquete el hombre
se molestó por haberlo creído un limosnero y explicó a Manuel que él cuidaba
los automóviles que parqueaban en la zona. De todas maneras recibió el paquete.
Terminada la comida seguimos caminando rumbo
al hotel, esquivando a los perros que a veces solos y a veces en pareja, se
acostaban en mitad de la acera estorbando el paso y arriesgando que en un
descuido leve de algún caminante, fueran pisados con resultados no predecibles.
Llegamos al hotel y nos dispusimos para el
descanso, después de un largo y trajinado día de turismo. .
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